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La Constitución Española y la Empresa Familiar

constitucion española

El 6 de diciembre de 2018, se cumplen 40 años del referéndum por el que el pueblo español aprobó su actual constitución. Siempre he creído que el proceso constituyente del 78 y la transición española a la democracia era un hecho histórico plagado de enseñanzas para las familias empresarias de cualquier parte del mundo. El debate que hoy se ha instalado en la sociedad española sobre la reforma de esa constitución creo que añade más enseñanzas.

Veamos algunos de esos aprendizajes que, siendo niño, me dejó ese proceso.

  • El Miedo y la Ilusión.

La constitución del 78 es hija de dos emociones: el miedo y la ilusión.

El miedo a que la guerra civil española se volviera a reproducir. Hoy es muy difícil conectarse con ese miedo, con esa emoción. Pero quienes vivimos esa época lo sentíamos, casi lo palpábamos, en los recuerdos, las miradas y los gestos de nuestros padres y abuelos. El miedo al dolor, a la injusticia y a la muerte hizo que la mayoría de la sociedad española llegara a un primer acuerdo que nunca se escribió en ningún papel pero que fue el más fuerte de todos los acuerdos: “hay que llegar a un acuerdo cueste lo que cueste para no matarnos entre nosotros”.

El miedo es necesario para producir cambios importantes. En las sociedades y en las familias. Las familias empresarias no acometen cambios trascendentales si no sienten una cierta dosis de miedo. Miedo al abismo después de la muerte de un líder fuerte, miedo a la ruptura de la familia, miedo al enfrentamiento entre ramas o personas de la familia. Algo muy parecido a lo que pasa en un país.

Pero el miedo es sólo una parte de la ecuación. La otra mitad es la ilusión. El miedo sin ilusión paraliza. El miedo con ilusión moviliza. Recuerdo esa época como un tiempo de ilusión. Ilusión de los exiliados por volver a España. Ilusión de los pensadores por la libertad de opinión. Ilusión de los empresarios por salir al mundo. Ilusión de la gente por poder participar en la construcción del futuro.

Otra gran lección para las familias empresarias. Si los miembros de la familia no tienen ilusión por el futuro común, la familia no tiene mucho futuro.

  • Legado Común.

Nuestros padres, abuelos, tíos y hermanos mayores nos quisieron dejar un legado nuevo. Conscientes de lo que heredaron decidieron dejarnos dos cosas fundamentales: democracia y paz.

Las emociones construyeron los conceptos.

El miedo a la guerra hizo que la paz fuera un objetivo común. Una línea roja para cualquiera que participara en el proceso.

La ilusión por el futuro hizo que la democracia fuera el otro gran objetivo común.

De una u otra manera, para que un cambio trascendental suceda debe haberse contestado la pregunta casi mágica del “para qué”. En los años 70 en España ese para qué era para vivir en paz y en democracia.

En las familias empresarias pasa igual. Siempre insisto en que, en las sucesiones, lo más importante no es quien sucede a quien sino para qué se sucede al anterior. La gran enseñanza de la transición española es que el proceso de construcción de un nuevo legado puede partir de tan sólo dos objetivos comunes. Objetivos muy concretos y etéreos a la vez. Difícilmente definibles en palabras pero muy fácilmente comprobables en la realidad: la paz y la democracia.

  • La Aceptación y la Renuncia.

Otro gran aprendizaje es que el proceso es igual de importante que los objetivos. El proceso de construcción de la Constitución fue una combinación de aceptación y renuncia. Aceptación dela existencia del otro y de que sus postulados merecían, como mínimo, un análisis y un debate. Y renuncia a los propios postulados entendidos como única solución posible. Eso hizo posible el “consenso”. Una palabra talismán que se nos tatuó en la piel a todos los que vivimos esa época.

El consenso significaba que para llegar a un acuerdo todos debían ceder algo. Y algo trascendental para cada uno. Y así fue. Ejemplos de cesiones fundamentales por las dos Españas fueron la propia concepción del Estado. La Derecha renunció a su visión de la unidad de España y aceptó una fórmula cuasi federal: la organización territorial en comunidades autónomas. La Izquierda renunció a la república como forma del Estado y aceptó la monarquía.

Pero, por supuesto, los grandes objetivos comunes (paz y democracia) servían para marcar los límites de lo que sí se podía aceptar y de lo que no.

La transición española, al igual que otros procesos de paz tras guerras civiles, le deben demostrar a las familias empresarias que las opiniones nunca son tan opuestas como para que las discrepancias sean insalvables. Insisto… siempre que se comparta la ilusión por la construcción de un legado conjunto y haya grandes objetivos comunes.

  • Legitimidad y Sostenibilidad.

El proceso constituyente español inició años antes cuando unos pocos, dentro del régimen franquista, empezaron a diseñar “el día después” a la muerte de Franco. De ahí surgió la insólita Ley para la Reforma Política aprobada el 18 de noviembre de 1976 por las cortes del anterior régimen. Digo insólita porque el 81% de los procuradores en cortes (especie de diputados franquistas) votaron por hacerse el “harakiri” político. Es decir, ajustándose al marco legal franquista, los propios franquistas desmontaba el franquismo y daban paso a la convocatoria de elecciones democráticas.

Pero no acabó ahí el empeño por poner bases sólidas para la legitimidad de lo que vendría después. A la legitimidad de la legalidad vigente (franquista) se quiso sumar la legitimidad democrática y, por eso, la Ley para la Reforma Política se sometió a referéndum el 15 de diciembre de 1976. Trece meses después de la muerte de Franco, el pueblo español votó por la paz y por la democracia. Y no fue cualquier votación. Participó el 77% del censo y los votos a favor fueron el 94,17%.

Creo que aquí hay otro aprendizaje crucial. Cualquier cambio trascendental en un grupo humano debe hacerse con legitimidad si se quiere que sea sostenible. Si se apoyan en la legitimidad vigente, la sostenibilidad se hace más fácil. No hay vencedores ni vencidos. Los cambios mediante revoluciones requieren de la construcción de un andamiaje para apuntalar la legitimidad revolucionaria y, por supuesto, hay vencedores y “contrarrevolucionarios”. A larga, los cambios se caen o sólo se sostienen por la imposición de la violencia. En las familias empresarias, también.

  • Liderazgos Valientes.

Los cambios que suponen una transformación del status quo requieren de liderazgos valientes. Líderes, en plural, que defiendan las distintas posiciones pero, sobre todo, con la valentía suficiente para decirle a su propia gente lo que no quieren oír o entender. Para defender no tanto lo que hay que conseguir como a lo que se tiene que renunciar para conseguir el fin común.

La transición española está plagada de estos líderes. Líderes que lideraron a los suyos, no contra los otros. Hubo líderes de todas las renuncias: de los franquistas, del Ejército, de los comunistas, de los socialistas, de los conservadores, de los vascos y catalanes, de los gallegos y andaluces, de los canarios y castellanos. También de los empresarios y de los sindicatos. Muchos que se arriesgaron a decirles a los suyos: “tenemos que ceder en esto para que haya paz y democracia”.

Hubo otros líderes que decidieron que sus causas eran tan sacro santas que no admitían ninguna renuncia. Fueron los líderes que estuvieron dispuestos a sacrificar la paz y la democracia e imponer sus ideas por la violencia. Las familias de los cientos de víctimas lideraron la renuncia a la venganza.

Hoy, el debate sobre la reforma de la Constitución, se me hace incompleto.

Nos falta miedo. Damos por hecho que, pidamos lo que pidamos, no corremos riesgo; así que no hay porque renunciar a nada de lo que pedimos.

Nos falta ilusión. No tenemos ganas de construir nada con el contrario. Pareciera que sólo queremos que el contrario desaparezca.

Nos falta respeto por la legitimidad. Queremos lo que queremos ya. Sin trámites. Sin discusión. Sólo que nuestra última publicación en Facebook haga que los otros se rindan, o se vayan, o cambien, o desaparezcan de nuestra vida.

Nos faltan líderes valientes. De los que nos digan lo que no queremos oír o entender. De los que nos hablen de lo que nos toca ceder.

¿Y en su familia empresaria? ¿Alguien quiere hacer un cambio profundo?. ¿Hay algo de miedo e ilusión sobre ese cambio? Ojalá si.

cuatro mujeres y una ciudad

Cuatro Mujeres y Una Ciudad

A mediados de septiembre y recién cumplidos los 53 me fui a una ciudad que me gusta mucho: Bogotá. Cada año me voy una semana a recibir un seminario de algo que me interese. Algo que me estimule intelectualmente y que se imparta en una ciudad con buenos restaurantes. Este último requisito es más inconsciente que consciente pero, en el fondo, es más determinante de lo que suelo admitir.

Bogotá tiene un clima estupendo y es una ciudad “paseable” con un aire cosmopolita que me encanta. Suena un poco snob pero es así.

Este viaje tuvo, además, bastantes cosas especiales. Fue el primer viaje de placer desde mi último cambio de domicilio forzoso. El viaje a Bogotá supuso la constatación del inicio de otro nuevo ciclo en mi vida.

Pero lo realmente especial del viaje fueron las cuatro mujeres sorprendentes que llenaron mi agenda.

María Andrea Hernández es la Directora del Centro di Terapia Strategica de Colombia adscrito al instituto del mismo nombre de Arezzo (Italia) fundado por el Prof. Giorgio Nardone, uno de los psicoterapeutas más influyentes hoy en día. Mi motivo principal para ir a Bogotá era recibir de María Andrea dos de sus seminarios: uno sobre Problem Solving y otro sobre Modelos de Familia. Ambos desde la perspectiva de la corriente de la Terapia Breve Estratégica que, por su pragmatismo, me interesa especialmente.

El caso es que en María Andrea no sólo encontré a una profesora erudita sino a una persona encantada de compartir conocimientos y que, además, pertenece a una familia empresaria, algo que ninguno de los dos tenía presente cuando comenzamos a coordinar mi asistencia a sus seminarios. La cercanía y generosidad de María Andrea me conmovió y fuimos construyendo un diálogo rico y estimulante para ambos.

 

Mi segundo hallazgo fue Julia Elvira Ulloa. Mi buen amigo Sigfredo Valle me la había presentado virtualmente hacía tiempo diciéndome de ella: “su nombre es Julia, con S de Señora”. Todos mis amigos ex Unilever la conocían y admiraban y me hablaban maravillas de ella. Así que, por fin, la conocí en persona. Ella me llevó a la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (ASOCOLFLORES) donde tuvimos un desayuno con diez familias empresarias del sector a las que les hablé del mesosistema familiar-empresarial y sus retos. Interesantísima experiencia con un sector pujante y responsable de la economía colombiana que agrupa a familias comprometidas con la excelencia y la sostenibilidad.

Julia Elvira es, efectivamente, una Señora con mayúsculas. Especialista en comunicación, sostenibilidad y gobierno corporativo. De inteligencia rápida, elegancia cercana y actitud generosa. Alguien con quien uno quiere, de inmediato, ponerse a trabajar porque su presencia estimula lo mejor de uno mismo.

 

La tercera mujer de esta historia no es colombiana. Es salvadoreña. Es Florence Frech, una joven empresaria que está impulsando en Colombia una nueva empresa llamada Puntos Leal (mucho más que una app y una tarjeta de fidelidad de clientes). Florence es todo lo contrario al manido e injusto tópico que le han encasquetado a los millennials. Ella es una de las personas con mayor potencial que he conocido en mis más de 25 años de experiencia profesional. Emprendedora, analítica, inspiradora, sagaz y generosa.

Conozco a Florence desde hace tiempo pero no la había visto en su ciudad de trabajo. Me alegró verla tan clara como siempre. Y sentí una especie de orgullo centroamericano al ver a una mujer de El Salvador abriendo camino en Colombia. Todo un ejemplo.

 

La cuarta mujer de esta historia es la mía. Leyla, mi esposa.

Le pregunté a Leyla si quería acompañarme a Bogotá y si le apetecía tomar los seminarios de terapia breve estratégica junto a mi. No me sorprendió que se apuntara al viaje a Bogotá pero sí que aceptara venir a los seminarios de María Andrea. Me sorprendió y me asustó un poquito… Sería la primera vez que nos encontrábamos los dos en un entorno profesional y con roles distintos a los habituales: marido despistado y esposa eficiente.

Pero también me alegró porque Leyla es una coach y consejera natural. Toda mi vida he visto como las mujeres que conocíamos hacían una conexión especial con ella y le pedían consejo. Y las veces que estábamos con ejecutivos amigos que me pedían consejo a mi, resultaba que lo que más les hacía cambiar eran los comentarios de Leyla… y no los míos!!

Fue un placer compartir pupitre con mi esposa. Y aprendí de ella tanto como de nuestra común profesora María Andrea.

Trato de terminar todos mis artículos para mi blog con una conclusión útil para las familias empresarias. Pero en este caso, no va a ser así. En esta ocasión la conclusión va a ser para mi: Las mujeres inteligentes tienen un talento, fuerza y generosidad especiales para afrontar con optimismo los cambios más duros de la vida. Compartir con ellas es un lujo que me quiero dar todos los días.