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¿Bien o en Familia?

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Cartel de la película de cine – Navidades, bien o en familia

Las Navidades han terminado, sin más bajas que reportar que el botón de mi pantalón. No pudo soportar la presión de tanto cordero y tanto polvorón y tanto jamón y terminó por saltar al vacío. No lo he vuelto a ver. Al regreso al trabajo de las vacaciones de fin de año siempre hay alguien que te suelta el chistecito de… “¿Qué tal las Navidades? ¿Bien o en familia?”. Es curioso que de la familia, como institución social, digamos las cosas más maravillosas y también las más atroces. La familia es el argumento de películas como la española “La Gran Familia” o la estadounidense “Cheaper By The Dozen” y también de “Meet The Fockers” o “El Padrino”. Es sinónimo de unidad, sacrificio y amor incondicional y, al mismo tiempo, de dominación, traiciones y odios fratricidas. Quizá sea porque la función esencial de la familia sea convertir a seres humanos dependientes en personas independientes. La familia es una máquina de transformar bebés obsesionados con dormir, llorar y echarse a la boca cualquier cosa con aspecto desagradable en hombres y mujeres hechos y derechos. Pura alquimia que combina mágicamente mucho control y protección con muy poca libertad para, poco a poco, cambiar la fórmula a una de libertad, respeto e independencia. Equilibrio constante entre control y libertad. En Navidad volvemos de repente al escenario donde éramos dependientes. Nos encontramos de sopetón con los recuerdos de cuando ni nuestra voluntad ni nuestro criterio se valoraba mucho. Inconscientemente añoramos los cuidados, los mimos y la seguridad que sentíamos en brazos de nuestra madre y, al mismo tiempo, se nos activan todas las alarmas para defender nuestra independencia conquistada. Puro equilibrismo y estrés. Pero nuestra familia de origen (la de nuestros padres y hermanos) nos da más cosas que esa alquimia de control y libertad que nos transforma en adultos. Nos da identidad. Nos da solidaridad, es decir, “estar ahí si algo sale muy mal”. Nos da intimidad. Nos da relevancia porque nuestra opinión es (o debería ser) importante para ella. Nos da (o debería dar) respeto a nuestra independencia.  Por eso nuestra familia de origen sigue siendo importante cuando ya ha cumplido su finalidad principal: criarnos. Por eso, por todo lo que nos da también merece que le demos algo a cambio. Las familias empresarias más exitosas son especialistas en gestionar ese conflicto control – libertad y en dar a cambio lo que la familia de origen necesita para seguir sirviendo para algo cuando sus miembros son adultos. Especialmente aquellos miembros más involucrados en la dirección o en la gestión (imagínense un año lleno de reuniones familiares de Navidad… pero sin la comida ni los regalos). ¿Cómo lo hacen? Lo primero que hacen es que dan a sus miembros un propósito común que trasciende de su individualidad: construir un legado para la siguiente generación y generar impacto positivo en su entorno. También han aprendido a delimitar foros de diálogo y a poner reglas que ayudan a mantener la cohesión del grupo sin anular la individualidad e independencia de los miembros. Además, cuidan las formas, los ritos. Y las Fiestas Navideñas son rituales de pertenencia, de intimidad y de cohesión. Esa es su verdadera importancia: renovar nuestros votos de identidad y compromiso con lo común. Las cenas navideñas son los mecanismos con los que le decimos al resto: aún soy parte de esto. Los regalos son símbolos de intimidad con los que decimos “he estado pensando en ti y creo que esto te puede gustar” y con los que nos dicen “eres lo suficientemente importante para mi como para que haya invertido mi tiempo pensando en ti”. Las sobremesas también son rito de intimidad y relevancia: “te cuento mi vida íntima porque me importas tú” y “disfruto de tu conversación porque tu opinión es relevante para mi”. Y qué pasa con los familiares políticos. En las familias empresarias suelen tener muy claro que no son familia en sentido estricto y que, por tanto, hay foros en los que no van a ser invitados y otros en los que sí. La Navidad es uno de los que sí. Aún ahí, se saben actores secundarios y no quieren robarles protagonismo a sus parejas y, por eso, las acompañan y están presentes para demostrar el aprecio y el compromiso con la cohesión de esa familia que no es la suya. ¡¡Y tienen una paciencia!! Saben que, como decía mi abuela, “no es lo mismo maldecir que mal oír” así que si su pareja critica a la familia… ellos ponen cara de bobos y miran para otro lado pero no caen en la trampa de opinar. Y si se les presiona mucho… pues mienten como bellacos. Pero nunca critican a la familia de su pareja. Para eso ya tienen la suya propia. Las Familias Empresarias más longevas y exitosas son, en esto de la Navidad como en muchos otros temas, también fuente de ejemplo y aprendizaje.
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