filantropía

Fundamentos de Fundaciones

Gala de Glasswing 2016

Diego de Sola, Leyla Zapata y Miguel de Merodio

Hace poco tuve el placer de asistir en Nueva York a la cena de gala de Glasswing, la fundación que impulsan Celina de Sola y su hermano Diego. Fue una cena para recaudar fondos para su presupuesto de operaciones. El evento tuvo la calidad y la calidez que la Familia de Sola pone siempre en todo lo que hacen. Pero, a la vez, asistir a la cena de gala, también me hizo reflexionar acerca de la importancia que las Fundaciones tienen para las Familias Empresarias. No cabe duda que estas instituciones son una parte importante pero, por su propia variedad, creo que hay una cierta confusión sobre su gestión. El primer aspecto que suele ser confuso es su propia esencia. En principio, las fundaciones familiares son iniciativas que surgen de la familia y que pueden coexistir o no con fundaciones empresariales. Pero si nacen como iniciativas de la Familia Empresaria debería estar en el ámbito de la Familia y no de los Negocios. Es decir, su gestión, impulso y finalidad debería responder a los intereses y sensibilidad de la Familia. Sin embargo, creo que hay tres elementos que han propiciado una cierta confusión.
  1. La gran relevancia que ha tenido la RSC (responsabilidad social corporativa) en los últimos años ha generado en bastantes Familias Empresarias la duda de si las Fundaciones son o no (o deberían serlo) parte de las iniciativas de RSE de las empresas propiedad de la Familia.
  2. El hecho de que la financiación de esas fundaciones haya venido en muchos casos directamente desde las empresas y no desde las familias ha abonado el campo para la confusión. Si la empresa paga el presupuesto de la fundación ¿no debe ser dirigida o supervisada por la Empresa?
  3. Las empresas suelen prestarles servicio a la estructuras de las fundaciones (recursos humanos, contabilidad, etc.) lo que, de alguna manera, añade zona grises a la relación entre empresa y fundación.
Esa confusión, cuando ocurre, tiene consecuencias negativas en el funcionamiento de las fundaciones. La falta de claridad sobre su esencia repercute en falta de claridad sobre los órganos de gobierno a quienes corresponde tomar (o intervenir) en las decisiones clave. Por ejemplo, si no se tiene clara la independencia de fines de la fundación frente a la empresa las juntas directivas de las empresas pueden tener la tentación (más o menos inconsciente) de decidir asuntos de la fundación, o tratar de hacerlo o criticar ciertas decisiones. O, por el contrario, la fundación puede tener la tentación de tratar de definir o articular o auditar las políticas de responsabilidad social de los negocios. Otro efecto negativo de esa falta de claridad se aprecia, a veces, en los programas de las fundaciones. Una cosa es que los programas de las fundaciones no debieran perjudicar la operación del negocio y otra, muy distinta, es que la naturaleza de la Empresa deba definir qué tipo de programas debe hacer la Fundación. Personalmente, creo que la RSC está claramente en el ámbito de la Empresa y, ya sea ésta familiar o no, debe ser un tema prioritario cuyo gobierno y liderazgo le corresponde a las Juntas Directivas y a los Equipos Ejecutivos de las empresas, no a los órganos de la Familia. Por el contrario, las fundaciones familiares son o deben ser iniciativas de expresión de la solidaridad de la Familia con la Sociedad y, por eso mismo, deben regirse por los órganos de gobierno de las Familias y no de las empresas. Si se admite la división que acabo de proponer el resto de temas son más fáciles de resolver. En este esquema, las empresas o los negocios de la Familia pueden ser entes financiadores de la fundación. ¿Cuándo? Cuando así lo quieran los accionistas de la empresa: la Familia. Lo único con lo que hay que tener cuidado es que ese “gasto” (la aportación de dinero y/o la aportación de servicios) se refleje contablemente de forma adecuada y se excluya de la evaluación de desempeño del CEO de la empresa (igual que pasa con los impuestos o con los dividendos). Y esto puede tener aspectos sumamente positivos para ambas estructuras. En primer lugar, la empresa puede tener claridad sobre el impacto a medio y largo plazo de esa obligación de financiamiento. Además, puede evidenciar su impacto en la sostenibilidad misma de su operación y puede proponer esquemas en que su aportación se ajuste a la marcha del negocio o, incluso, vaya disminuyendo con el tiempo. Eso a su vez, hace posible que la fundación defina claramente sus fuentes de financiamiento y que éstas no se limiten a un único “proveedor de fondos”. Pero sobre todo hace que haya independencia y respeto mutuo entre ambas estructuras. Sin embargo, mi propuesta de “mutua independencia de finalidad y gestión” (ya hemos visto que no siempre es posible la independencia financiera) no quiere decir que ambas estructuras no deban comunicarse y coordinarse. Pero desde el respeto mutuo a sus propias naturalezas. ¿En qué temas debiera darse una comunicación franca y coordinación? En primer lugar, en que ambas deben tener filosofías no iguales pero sí coherentes. No es posible que la fundación desarrolle programas que entorpezcan o dificulten la operación de la empresa. Ni es posible que la empresa no ejecute con seriedad su estrategia de RSC y, por ejemplo, no fomente el trato digno a sus empleados o no respete a sus clientes o no haga un esfuerzo sistemático y radical en mejorar la seguridad industrial en sus instalaciones. Glasswing es un ejemplo interesante que ayuda a entender la diferenciación que estoy proponiendo precisamente porque no tiene una empresa detrás. Es una fundación que se nutre de fondos de empresas con las que colabora. Y, aún más interesante, es el hecho de que Glasswing tiene programas que ayudan a las empresas a ejercer sus propios programas de RSE y de voluntariado de sus colaboradores. La dicha fundación ayuda a diseñar programas de voluntariado en las empresas privadas. Las empresas privadas aportan fondos que sufragan esos programas y la diferenciación entre Empresa y Familia está clara porque las empresas no pertenecen a la familia que impulsa Glasswing. He ahí un modelo.

El Modelo de los Cuatro Círculos

Desde los años ’80, cuando fue creado por Davis y Tagiurri, el Modelo de los Tres Círculos ha ayudado, a las empresas familiares y los profesionales dedicados a asesorarles, a comprender mejor las dinámicas que se generan entre los distintos contextos que influyen en su gestión y gobierno.

Sin embargo, desde entonces, la complejidad de las empresas y de las familias, en general, ha incrementado. Hoy en día, se requieren nuevas miradas, modelos y aproximaciones para atender esta complejidad.

Inspirado en ello, ha desarrollado un modelo que ayuda a manejarse con más facilidad dentro de las dinámicas que día a día los profesionales de consultoría de la empresa familiar encuentran en su trabajo.

El video que comparto a continuación sintetiza el Modelo de los Cuatro Círculos.

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El Foro de la Empresa Familiar lanza su web

logotipo2Es un gran placer anunciaros que el Foro de la Empresa Familiar tiene activa su página web. Os invito a visitarla y compartirnos vuestras impresiones, consejos y sugerencias

El Foro creemos en la generosidad como impulsor de conocimiento y mejora continua. Por ello y con el fin de cumplir uno de nuestros principales propósitos que es divulgar contenidos formativos e informativos orientados a la excelencia en la gestión y gobierno de las familias empresarias, el Foro de la Empresa Familiar inaugura su página web.

En su esfuerzo por conseguir contenidos de calidad y diversidad suficiente para satisfacer los altos criterios de nuestros lectores contamos con una amplia red de colaboradores e instituciones comprometidas con la continuidad de las empresas familiares.

Al mismo tiempo ofrecemos contenidos en formatos que mejor se adecuen a la era de la información. Entre otros formatos destacamos videos, podcasts y webinars, pero en el futuro nos iremos adaptando a las tendencias que marca la velocidad de digitalización en la Era de la Información.

Una de las fuentes principales de la información que deseamos compartir será ligada a nuestra actividad académica. Por ello investigamos y compartimos investigaciones cuyos resultados buscan la excelencia de las familias empresarias.

Esperamos que los contenidos que divulgamos sean de interés de nuestros lectores y estamos abiertos a sus sugerencias para mejora porque, tal como asegura Alicia Gerrits de Sola, presidenta del Foro de la Empresa Familiar “El Foro de la Empresa Familiar es un punto de encuentro para los apasionados por la excelencia en las empresas familiares”.

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Fe, Esperanza y Caridad

Wikipedia dice que las virtudes teologales son los “hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo”. Hábitos, inteligencia, voluntad, acción y trascendencia. Todas palabras claves para  las familias empresarias.

Con independencia de las creencias religiosas de cada uno (o la ausencia de las mismas), las tres virtudes teologales de la doctrina católica son una guía útil para los procesos de cambio y transformación organizacionales. Y más aún, creo, en los procesos de cambio en las familias empresarias y en sus negocios.

Tanto lo creo que es lo único que les pido a las familias que me dejan acompañarlas en esos procesos que normalmente suelen conllevar retos de profesionalización y de sucesión en los liderazgos de la Familia, de su Patrimonio y de sus Negocios.

 Fe, Esperanza y Caridad.

Fe.

Fe en ellos mismos, en los otros (incluyéndome a mi) y en el proceso de transformación en que nos embarcamos juntos.

La fe, entendida como confianza, es una elección no una consecuencia. Elegimos tener fe, tener confianza. Cuando tenemos confianza en nosotros mismos o en los otros las cosas nos salen mejor y, sobre todo, elegimos nuestras conductas en función de lo que queremos que suceda, no de lo que no queremos que pase. La autoconfianza no es soberbia ni ingenuidad, es confianza sin miedo. Es acción y pensamiento. No miedo ni parálisis.

Creo que la fe en el proceso es aún más difícil. Cuando una familia se embarca en un proceso de transformación (sucesión y profesionalización, las más de las veces) inician un camino incierto. Saben dónde inician y dónde cada uno de ellos quiere llegar pero no exactamente dónde quiere llegar el resto. Es como un vehículo manejado por turnos donde cada piloto elige la ruta. Cuando uno no es el piloto, le da pavor que los otros lleven el barco hacia las rocas.

Cuando hablo de fe en el proceso me refiero a respeto por la hoja de ruta generada, o al menos aprobada, por consenso. La confianza en el proceso es fundamental porque veo los cambios en las familias empresarias son procesos de construcción conjunta. Es decir, todos los pasajeros tienen que ponerse de acuerdo en la velocidad, ruta y paradas del barco. Mi único trabajo cuando ayudo a una familia consiste en gestionar ese proceso. Y necesito que todos los pasajeros aguanten su ansiedad de imponer el destino final, incluso cuando estoy de acuerdo en que determinado destino y ruta es la mejor. Pero me importa más que esa ruta, e incluso el mismo vehículo, sea construido entre todos que el llegar lo antes posible. A eso me refiero con fe en el proceso.

Esperanza.

En realidad, la esperanza también es fe, fe en que el futuro, en que lo que está por venir va a ser mejor.

No hay nada más desesperanzador que el pesimismo para quienes tienen que navegar en la incertidumbre de un proceso de cambio profundo. Tom Peters, el gurú del management lo escribió hace años; “se puede ser optimista o pesimista pero, por favor, si eres pesimista no te metas a líder”, (cito de memoria, o sea que casi seguro que no escribió eso exactamente pero esa era la idea).

Caridad.

Las definiciones de la caridad incluyen conceptos como la exigencia de la práctica del bien, la reciprocidad, el desinterés y la generosidad, la solidaridad con el sufrimiento ajeno, el auxilio a los necesitados…

Cuando les pido a las familias caridad no les estoy pidiendo un favor, ni filantropía. Les pido acción. Y la acción cuesta esfuerzo.

Practicar el bien. Sí, el bien requiere práctica. En los procesos de cambio siempre surge la tentación inconsciente de quedarse en la superficie. De decir que hay que cambiar pero esperar que sean los otros los que lo hagan.

La caridad también es empatía: solidaridad con el sufrimiento ajeno. Y la empatía es esencial para cualquier transformación colectiva. La mayoría de mis clientes tienen una inteligencia superior al promedio y una formación académica excelente. Sin embargo, no es lo cognitivo, lo intelectual, lo racional lo que les lleva al éxito en los cambios de rumbo críticos que afrontan. El éxito tiene mucho más que ver con poder comprender al otro. Y, a partir de ahí, dar. Sí, dar. Hacer algo. No esperar.

Adaptación y Planificación

Las familias que perduran institucionalizan la adaptación.

Si conoces lo que va a pasar es fácil prepararse. Si no lo conoces, es más fácil adaptarse a lo que pase.

Es evidente que cada vez, es más difícil conocer lo que va a pasar porque hay demasiados factores que influyen en un acontecimiento. La volatilidad de los mercados, la recesión económica o la bajada de los precios del crudo son sólo pruebas evidentes y dolorosas de que la prospectiva es poco menos que prestidigitación.

Miles y miles de ciudadanos en el mundo ya saben que hechos, en principio, muy lejanos y pequeños a escala global tienen muchísimo impacto en su vida del día a día.

Las primaveras árabes que han desembocado en la crisis migratoria de los refugiados iraquíes y sirios de 2016 comenzaron con la desesperación de un comerciante tunecino ante una arbitrariedad de un oscuro funcionario policial el 17 de diciembre de 2010. Y todos nosotros estábamos corriendo para comprar los regalos de Navidad.

Es verdad que casi es imposible predecir lo que va a pasar a medio plazo en nuestro entorno cercano. O como dice el autor y actor John Cleese: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntales tus planes” (entrevista de Lluis Amiguet en La Vanguardia 04/03/15).

Sin embargo, la consecuencia de ello no es la muerte de la planificación y la elevación a los altares de la improvisación.

En mi opinión, hoy más que nunca un verdadero líder debe analizar y planificar. Pero no desde la soberbia de pretender que lo que planifico ha de cumplirse porque soy muy listo, sino desde la humildad de saber que no se va a cumplir y que no está para no cumplirse.

La planificación no es adivinación del futuro sino diseño de rutas para saber reconocer los distintos escenarios cuando los tenemos más cerca y para tener estudiadas las mejores alternativas de acción.

Pero qué tiene que ver todo eso con las familias empresarias.

Las familias empresarias sí pueden prever el futuro. En el futuro siempre está la muerte y la posibilidad de que nuestra propia muerte sea también la muerte de nuestro legado.

Siento ponerme tan fúnebre, pero, si se mira bien las empresas familiares tienen esa ventaja sobre las que no lo son: la certeza de la muerte y la importancia dada a lo que pase después de nosotros.

Los CEO´s de empresas multinacionales a menudo no cuentan con esas ventaja. Sus organizaciones nacen y mueren. Ellos se retiran o son despedidos. Pero en las familias no hay renuncia ni retiro ni despido. Para bien o para mal uno siempre pertenece a su familia.

En definitiva, no basta con confiar en que nos adaptaremos a lo que venga por obra y gracia del Espíritu Santo, o de Shiva o Buda o Alá…

… las familias que perduran institucionalizan la adaptación.

1.-        Tienen presente el Legado pasado y futuro.

El legado ya construido les sirve a las familias empresarias para comprender lo que son y lo que no son. Es decir, su naturaleza y su potencial.

El legado por construir les sirve para ponerse de acuerdo en qué acciones llevar a cabo.

2.-        Comparten el Poder entre Generaciones.

Las familias, antes o después, comparten el poder. La biología les obliga. Esa obligación se puede volver en una excelente plataforma para poner a trabajar su diversidad de edades, géneros, profesiones, ideologías, etc.

Y esa es una de las claves por las que las familias empresarias tienen en sí mismas el germen de la adaptación. Porque cuantas más perspectivas se comparten más posibilidades hay de analizar la diversidad. Porque cuantas más diversidad se tiene más fácil es “mover las fichas” para responder a un entorno u otro.

En una empresa no familiar ese aprovechamiento de la diversidad es más difícil. Curiosamente, la cultura del mérito suele impedir que las ideas de quienes menos curriculum tienen suban a las Juntas Directivas. Pero en una empresa familiar, el ser de la familia ya te da legitimidad para opinar y aportar una perspectiva nueva o diferente.

3.-        Crean Estructuras para la Toma de Decisiones.

Compartir el poder no es algo fácil. A todos nos cuesta. Para ayudar a hacerlo es importante que las familias creen infraestructura para compartir el poder. Estructuras para compartir la toma de decisiones que vayan más allá de las personas.

Por estructuras me refiero a normas, políticas, equipos, estrategias, procedimientos, sistemas, etc.

4.-        Entrenan el Potencial de los más Jóvenes.

La diversidad ignorante no sirve de nada. Por eso, hablando de adaptación, es importante que las nuevas generaciones se formen lo mejor posible. Pero no toda la inteligencia útil es meramente intelectual. Por lo tanto, las familias deben dar a sus jóvenes una preparación académica pero también vivencial y emocional.

No todos servimos para líderes. Ni falta que nos hace. Si una familia invierte en las vocaciones individuales de sus miembros más jóvenes se verá recompensada en capital de diversidad. Y esa diversidad educada rendirá frutos.

En una familia empresaria todos podemos aportar lo que somos. Y lo que somos, cuando hablamos de diversidad y adaptación tiene valor por sí mismo.

Por cierto, las generaciones mayores también tienen que prepararse. Cuando un líder familiar no da un paso al costado debe preguntarse si es el sucesor el que no está preparado para ser el líder o si es él el que no lo está para dejar de serlo.

5.-        Piden, Ofrecen y Dan Ayuda.

El entorno familiar es el más propicio para pedir, ofrecer y dar ayuda. Y esas conductas son críticas para adaptarse.

El homo sapiens se adaptó a cambios drásticos en sus 2.5 millones de años de historia y prehistoria. Pero no lo hizo el individuo. Lo hizo la especie.

La especie es colaborativa. La tribu es colaborativa. La familia es colaborativa.

Si “la mejor manera de predecir el futuro consiste en inventarlo” (como dijo Alan Kay, profesor de Utha y UCLA) nuestro rol, como asesores de las familias empresarias, no es inventar un futuro para nuestros clientes. Es acompañarles para que ellos mismos lo inventen en un permanente proceso de prueba y error.

El “prueba y error” (y, a veces, acierto) no es reacción improvisada ante el cambio es, en realidad, el proceso circular de adaptación y aprendizaje colectivo que supone: analizar la realidad;  comprender su significado e implicaciones; diseñar alternativas, decidir y tomar acción; y volver a analizar la nueva realidad.