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Perspectiva

marco-aurelioHace poco, Diego de Sola, compartió conmigo una frase de la filosofía hindú: cuando una persona le dice a otra lo que es ‘cierto’ o ‘verdadero’, en realidad lo que está haciendo es demandar obediencia; está aseverando que tiene una perspectiva privilegiada de la realidad. Me pareció un pensamiento un poco angustioso. Cuando hablamos se supone que debemos decir la verdad ¿no? Si no, estaríamos mintiendo. Entonces… ¿decir la verdad a alguien significa que estoy demandando su obediencia? Bueno, en realidad si algo “es” cierto… ¿qué otra opción queda más que aceptarlo? ¿cómo cuestionar o desobedecer algo que “es” cierto? Si algo “es” verdad… ¿queda otra alternativa más que obedecer sin rechistar? Sí hay otra alternativa: que nada sea verdad, que la verdad sea una ilusión… Esa es, en mi opinión, una idea aún más incomoda que la anterior. Dos más dos son cuatro. Aquí y en la Conchinchina. El bien y el mal existen. Lo correcto e incorrecto también. Tal vez, la clave no está en preguntarnos si existe la verdad o no. Puede que la clave esté en preguntarnos si nos es posible conocerla. Todo lo que vemos lo vemos a través de nuestros ojos. Todo lo que sentimos lo sentimos a través de nuestra forma de ser y de hablar, y de pensar y de aprender. Por lo tanto, cuando opinamos que algo es verdad no podemos saber si es así porque nosotros mismos no podemos ser nunca observadores imparciales. Todo lo que percibimos lo hacemos desde nuestra propia perspectiva. Y esa perspectiva en muchas ocasiones es correcta pero nunca es la única. Siempre es parcial, incompleta. Ahí está la clave. Creo yo. ¿Por qué es esto importante? Comprender que nuestro cerebro construye su propia realidad al mismo tiempo que la interpreta es un modo de pensar que nos ubica rápidamente en la humildad de reconocer que todo lo que el otro diga puede ser verdad. O, mejor dicho, parte de la verdad. Esa manera de pensar, en realidad, no es nueva. En el XIX, el poeta español Campoamor lo decía: “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. La gran diferencia, hoy, es que los avances en el conocimiento del cerebro nos están diciendo que este órgano completa los vacíos de información que le llevan los sentidos para “construir” una realidad con la que poder operar. ¿Y qué tiene que ver todo esto con las empresas familiares? En las familias empresarias los conflictos tienen una característica especial. No son ni más o ni menos frecuentes que en otros grupos sociales. Tampoco son más crueles. La diferencia, a mi parecer, es que de las familias empresarias no se puede dimitir. Y que cualquier cosa parecida a la dimisión no atenúa el conflicto sino que lo acentúa por años. Y el conflicto se hereda. Comprender que la realidad no es algo aséptico que existe pura sin contaminación de nuestro propio modo de percibirla nos prepara para aceptar que otro modo de percibirla no es necesariamente erróneo o perverso. Por lo tanto, nos alejamos de enarbolar lo que es verdad o bueno o justo para pelear nuestras batallas y nos acerca a lo que es útil u oportuno o conveniente con respecto de algo. Definir criterios de utilidad para ese algo es más fácil. En ese terreno, más que batalla a ganar hay nuevas perspectivas desde las que ver algo. Es muy distinto acudir a un Comité de Accionistas o a un Consejo de Familia como el que acude a un examen oral a ser juzgado por varios catedráticos que como el que va a plantear lo que uno ve desde su posición y alimentarse de otras perspectivas. Basta con cambiar nuestra perspectiva para que se nos aparezcan nuevas oportunidades. Basta con tomar conciencia de que la misma realidad luce muy distinta a través de un microscopio o a través de un gran angular. A veces, vemos una situación general sin profundizar en sus implicaciones emocionales para una persona en concreto. Otras veces, nos obcecamos en ver un detalle sin percatarnos de que forma parte de un sistema mayor. Aceptar todas las perspectivas individuales como generadoras de valor para la familia empresaria la aleja del dogma de la decisión unilateral, del desprecio de la diversidad y del enquistamiento de los conflictos.
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